lunes, abril 11, 2016

Contra qué y con qué luchamos

 Evangelio en la calle


La Carta a los Efesios en el cap. 6, vers. 11-17 describe el mal en el mundo de entonces como una realidad innegable. Lo hace con las imágenes propias de la época y así habla de las acechanzas del diablo, de los principados, potestades y dominadores de las tinieblas, de las flechas incendiarias del maligno y del espíritu del mal. Hoy podríamos hablar de la lógica mercantilista, de la gigantesca concentración del poder económico, del dominio inmisericorde de la banca, de la especulación financiera, de las leyes contra el obrero etc. Lo cierto es que existe mucho mal en el mundo más amplio y en nuestro pequeño mundo.

Pero la intención más clara de estos párrafos de la Carta es referirse de inmediato a la resistencia y lucha que los efesios han de plantear contra esas fuerzas del mal, utilizando “las armas que ofrece Dios”. Merece la pena que veamos el texto literalmente: “Por esto, recibid la armadura de Dios, para que podáis resistir en los momentos adversos y superar todas las dificultades. Manteneos en pie, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestidos con la coraza de la rectitud y teniendo calzados los pies, prontos para anunciar el evangelio de la paz. Empuñad en todas las ocasiones el escudo de la fe, con el cual podáis inutilizar los dardos encendidos del maligno. Tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (13-17).

Siguiendo la vestidura del soldado romano, Pablo habla de la verdad contra toda mentira, de la rectitud ante el fraude (veinticuatro horas de honradez, decía Rovirosa), del anuncio del Evangelio que es portador de paz, de la fe como adhesión a Cristo (que nos impide adorar otros ídolos) y, finalmente, de la salvación que nos mantiene la lucidez y de la espada del Espíritu que es la palabra viva de Dios.

Éstas son nuestras armas antes y ahora. No pueden ser la mentira, las ansias de dinero, la adhesión a una ideología para encaramarnos más arriba. Ni pensar alegremente que el mal solo se encuentra en los otros.

¿Contra qué y con qué luchamos?


Antonio Hernández-Carrillo
 "TU" número 169 


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