¡Cuánta palabrería por todos sitios! Sin duda que cada uno de nosotros puede poner cientos de hechos y casos en los cuales aparezcan palabras y más palabras vacías de cualquier contenido. Ciertamente la palabra tiene fuerza cuando sale del corazón, es veraz y comprometida, pero el silencio tiene idéntica fuerza y, a veces, más. Así fue el comportamiento de Jesucristo a lo largo de su vida y de su pasión: su silencio fue fuente de libertad frente al poderoso y de sabiduría ante un pueblo cansado de tanta palabra hueca. Es, por tanto, urgente sacar a la calle la fuerza del silencio porque el camino de la liberación pasa por la reflexión, la profundidad, la acción y, por supuesto, la desaparición total de la palabrería. Y es que el silencio es el espacio abierto en el que sopla libremente el viento de la verdad.
Vamos a comprobarlo al contemplar en los días de la Semana Santa el silencio de Cristo y mezclarlo con el silencio de tantos y tantos amigos, vecinos y familiares nuestros que buscan y buscan la manera de ganarse horadamente el pan con el sudor de su frente y no lo consiguen por más y más que lo intenten. ¡Con quién mejor podemos unir la Pasión del Cristo de nuestra fe que con aquellos y aquellas que sufren a causa de la falta de trabajo! Éstos y éstas son imágenes verdaderas y vivas del Cristo de nuestro tiempo. Y vamos a comprobar qué expresivos y convergentes son los silencios de Cristo en su Pasión y los del sin trabajo en sus angustiosas vidas.
El primero de estos silencios lo hace Jesús ante las falsas acusaciones del sumo sacerdote Caifás: “Jesús callaba y no respondía nada” (Marcos 14, 61). ¡Una respuesta clarísima! Lo mismo que el silencio es la respuesta contundente del parado cuando lo machacan continuamente culpabilizándolo de que no trabaja porque no quiere (y lleva cinco años buscando trabajo día a día).
El segundo silencio fue ante el rey Herodes. Dice el Evangelio de Lucas que “le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió absolutamente nada” (23, 9). ¿Qué parece esa respuesta aparentemente tan pasiva? Es la misma que da el parado ante la superficialidad y evasiva de aquellos gerifaltes que dicen que están haciendo todo lo posible para promover el trabajo. Entonces él se muerde la lengua y calla porque sabe que con ese razonamiento están ocultando que su situación indigna se debe, ni más ni menos, a que en nuestra sociedad las ganancias están por encima de las personas.
Un poco más tarde y ante la cobardía del gobernador romano Pilato, Jesús hace su tercer silencio: Pero Jesús no respondió nada más, de modo que Pilato se quedó extrañado” (Marcos 15,5). ¡Claro que se quedó extrañado por ese silencio tan lleno de sentido! El sin trabajo sufre y calla ante la pasividad cobarde de sus compañeros que saben que el camino se encuentra en la unión de los millones de personas a los que se les roba la dignidad del trabajo y, sin embargo, se resignan ante una de las situaciones más escandalosas de la vida.
Los tres silencios de Cristo y de los parados rebosan fuerza, alcance, cercanía y convergencia. ¡Hagamos nuestros esos silencios tan desgarradores!
Así, con unidad indivisible y sin dualismos, seremos fieles al Evangelio y a los sin trabajo. Éstos son las víctimas y los descartados de nuestro mundo y están tan cerca…
Termino citando al Papa Francisco: “El más grande silencio de Dios fue la Cruz: Jesús escuchó el silencio del Padre, hasta definirlo como abandono: Padre, ¿por qué me has abandonado? (Nápoles 21-Marzo-2015).
Antonio Hernández-Carrillo
Militante Hoac de Granada
(Publicado en Ideal de Granada - 20/03/16)
(Publicado en Ideal de Granada - 20/03/16)
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