Evangelio en la calle
En este asunto del trabajo hemos llegado a no extrañarnos de nada. Que si gano tres euros la hora, que si para trabajar por cuenta ajena me tengo que hacer autónomo, que si trabajo doce horas con un contrato de media jornada, que si no tengo ningún tipo de contrato, que si trabajo dos horas a la semana cuando me llame la empresa, que si el seguro no me cubre cuando no puedo ir por enfermedad al trabajo, que si…”pero tengo trabajo”. (Como si no importara para nada toda esa retahíla)
Es decir, que teniendo trabajo parece como si todo estuviera resuelto. Las circunstancias, las condiciones, las formas, la retribución etc. “no tengo más remedio que aceptarlas”. ¿Qué suele pasar al trabajador o trabajadora que se atreve a protestar ante esas condiciones tan anti obreras? Dos cosas a cual más horrorosa: que se le echa a la calle o que sigue trabajando en esa deshumanización viviendo amargado, aplastado, humillado…pero sin rechistar. Su actividad, dese luego, no es ni vida, ni colaboración, ni realización personal.
¿Qué dice Jesucristo y su Evangelio de todo esto, a veces, vivido tan inconscientemente y tan sin salida?
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10,10), dice el Maestro siempre dispuesto a entregar su vida y a que la vida prevalezca sobre todo (Marcos 3, 4) porque para él Dios no es un Dios de muertos sino de vivos (Marcos 12, 27). Jesús de Nazaret es la vida (Juan 1,4), la luz de la vida y el pan de la vida..
Cuando el trabajo no es vida sino todo lo contrario ¿qué podemos decir y qué podemos hacer? Ésta es la pregunta que continuamente debemos provocar desde nuestra conciencia humana y cristiana.
Por desgracia, en las circunstancias actuales (no siempre, pero con demasiada frecuencia) se está viviendo y sufriendo a cualquier precio algo tan sagrado como es el trabajo.
Gritemos: ¡trabajo, sí; pero a cualquier precio, no!
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