Son dos posturas radicalmente diversas y de efectos diametralmente opuestos. Quien va por la vida sirviéndose de los demás para sus intereses egoístas, procurará aprovecharse de quien sea y de lo que sea para medrar en su particular beneficio. Pero quien vive teniendo la postura de servir a los demás, será una luz de esperanza, de paz y bienestar común.
Esta segunda postura es la que deberían tener todos los que se meten en política y, en general, todos los que formamos la sociedad; así la vida sería más agradable y formaríamos una sociedad madura y fraterna.
Pero por desgracia, muchos de los que se dedican a la política lo hacen con la actitud de servirse de ella para sus intereses egoístas. Y se sirven de la política para ponerse buenos sueldos, para colocar a su primo, sobrino, cuñado, etc. etc.
Y ésos son los que han desprestigiado a la política y han conseguido que el pueblo deteste a los políticos y los considere como uno de los graves problemas que tiene nuestra sociedad, según nos manifiestan las repetidas encuestas de opinión pública. Y son los otros políticos, los honrados, los que van con la postura de servir al pueblo, los que deberían estar más interesados en denunciar y apartar de la política a los corruptos.
Porque la Política, así con mayúscula, es una actividad totalmente necesaria y verdaderamente noble. Pues es nada más y nada menos que la organización y el funcionamiento de la “polis”, de la ciudad, de la sociedad. El hombre es un “animal político”, decía ya Aristóteles; un ser social, que para vivir y desarrollarse necesita de los demás, de la sociedad. Y la política es la que se ocupa de organizar esa sociedad, para que los hombres puedan vivir y crecer como personas.
La política, rectamente entendida, se ocupa y se preocupa de que cada miembro de la sociedad tenga reconocidos, y los disfrute, aquellos derechos que son necesarios para vivir una vida humana digna. Se preocupa de que cada miembro de la sociedad pueda tener la propiedad de aquellos bienes necesarios para vivir con dignidad, precisamente porque los bienes tienen un destino universal, el cual se concretiza en cada una de las personas. La política se ocupa y se preocupa de que cada miembro de la sociedad colabore al bien común, ya que el hombre no es un ser solitario, sino solidario. La política, rectamente entendida, se ocupa y se preocupa de manera especial de aquellos miembros de la sociedad, que por uno u otro motivo, se ven limitados en sus capacidades y necesitan una ayuda especial.
Baste lo anterior para ver que la política es una actividad necesaria y noble. Es por ello que la política necesita de unas personas que vayan a ella con un profundo espíritu de servicio, con una actitud de “servir a”, con una honradez a carta cabal; y no con la actitud de servirse de ella para sus intereses particulares, egoístas e inconfesables.
Por ello los políticos honrados deben tener el máximo interés en denunciar a los políticos corruptos, echarles de entre sus filas e inhabilitarlos para ejercer cualquier cargo público. Ya que hacen un daño enorme a la ciudadanía, a la que desalientan y perjudican muy seriamente, difundiendo, como nube espesa, un ambiente de irresponsabilidad, de pasotismo y de que todos son iguales.
Cuando, por el contrario, no es así. Ya que afortunadamente ha habido y hay políticos, que han servido y sirven a la política con espíritu de servicio al pueblo, ya que el pueblo es soberano, y son los que hacen que los pueblos vayan adelante, construyendo caminos de esperanza, como tenemos el ejemplo de Adolfo Suárez, recientemente fallecido.
Es la hora de animar a las personas honradas y que tienen espíritu de servicio, a que se metan en la política activa para el bien del pueblo. Ya que en definitiva todos los ciudadanos somos políticos por acción o por omisión, al ser seres sociales. Pero necesitamos varones y mujeres honrados que de manera directa se dediquen a esta actividad tan necesaria y tan noble.
Ignacio Peláez Pizarro
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