Evangelio en la calle
Con qué facilidad descalificamos al otro diciendo: “¡Ése es un chorizo!” Y nos quedamos tan tranquilos pensando “concienzudamente” que hemos dicho una gran verdad que, por supuesto, no admite ninguna duda.
No sé por qué, pero cuando oigo lo de chorizo me acuerdo de que a Jesús, el Cristo, lo quisieron ofender con expresiones muy parecidas y hasta peores. Permitidme que cite algunas. No tienen desperdicio: “borracho, comilón, endemoniado, amigo de pecadores, publicanos y recaudadores de impuestos” (Mateo 11, 18-19).
Uno, ante esas maneras tan rotundas de hablar, se pregunta: ¿Qué sabemos nosotros sobre ése al que llamamos chorizo? ¿Realmente conocemos las circunstancias de su vida? ¿No nos dan pánico esas descalificaciones tan absolutas que, por desgracia, forman parte normal de nuestras conversaciones?
Tú, yo y todos podemos decir con conocimiento de causas que fulano es un chorizo cuando respondamos con honestidad a estas cuatro preguntas: Primera: A Cristo le llamaron endemoniado, pero ¿quiénes eran en realidad los endemoniados? Segunda: Si tú y yo hubiéramos vivido en las circunstancias familiares y ambientales del delincuente ¿qué hubiera sido de nosotros? Tercera: ¿No participamos todos de ese “gravísimo defecto” cuando nos cruzamos de brazos ante tanto atropello e injusticia? Y cuarta: ¿Solo ése (al que señalamos con el dedo) es delincuente? ¿Y los verdaderos responsables de situaciones tan lastimosas como es la falta de trabajo, desigualdades sangrantes, fabricación de armas, tráfico de seres humanos, drogas, hambrunas en los países del Sur… no lo son? ¡Qué más da que vivan en mansiones!
En uno de los cursos que se dan en la HOAC ante el panorama anterior (ampliamente descrito en la convivencia) utilizamos una imagen bélica pero significativa. Decimos: escopetas no debían de fabricarse, pero si se hicieran, tendrían que disparar hacia adelante y también hacia atrás.
Pero todo esto se puede decir más evangélicamente: “Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la primera piedra” (Evangelio de Juan 8, 7) Ésta es la sabiduría del pobre y del humilde.
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