Hay cosas que no se pueden hacer porque afectan al contenido de lo humano, porque deshumanizan al que lo plantea y a todos. Por ejemplo: no se puede plantear la eliminación de la población civil en una guerra. Como no se puede, para eliminarla y sembrar el terror se recurre al eufemismo de «los efectos colaterales». El resultado es el mismo, el asesinato de inocentes, pero se reconoce que eso no debería pasar, que ha sido «un error». Así, se consigue el objetivo deseado y se salva la maltrecha conciencia humana.
Hay aspectos de las relaciones humanas que no pueden solucionarse por este medio. Si dos trabajadores realizan el mismo trabajo en la misma empresa, deben estar acogidos a la misma legislación laboral, y la trasgresión de la misma nunca puede justificarse como un efecto colateral, como algo que no se ha querido hacer.
A mediados de diciembre, el Parlamento Europeo debatió la llamada «Directiva de Permiso Único». Tras este curioso nombre se esconde el mayor atentado a los derechos de los trabajadores inmigrantes y a los Derechos en esta realidad desfigurada que va siendo Europa. Los trabajadores inmigrantes con permiso de trabajo, legales, se regirán por la legislación de sus países de origen; no podrán cobrar la pensión al regresar a sus países, se recortan sus derechos a las prestaciones familiares, a la formación, a la vivienda y a la educación, etc. Así, una empresa puede trasladarse a Marruecos y que los trabajadores inmigrantes que trabajen en las instalaciones que la misma tiene en Madrid se rijan por la legislación marroquí y no por la española. Una auténtica barbaridad humana que hace poco sólo defendía el partido fascista de Le Pen.
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